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Orgullo de clase

Orgullo de clase En el angosto mundo de la “blogosfera” te encuentras con afirmaciones sorprendentes. De esas que, como los buenos vinos, ganan intensidad y cuerpo cuando se dejan reposar en barrica de madera. Hace unos días un/a internauta hablaba en primera persona del plural de la pobreza (“los pobres somos...”) impunemente. Y eso lo dice alguien que tiene un ordenador para conectarse a Internet, un trabajo, ha podido estudiar una carrera y un largo etcétera. No me imagino lo que le diría un pobre de solemnidad al oír tan frívola afirmación. No creo que se sintiera tan cercano a esta persona de lo que ella se cree.

El caldo de cultivo de esta banal afirmación es el orgullo de clase. Y es que quienes, en principio, luchan en contra de las clases sociales son quienes más las promueven. Las necesitan para hilvanar su discurso progresista. Éste, hipócrita, apunta hacia la erradicación de las clases sociales pero, en realidad, se esconde tras él una concepción burguesa de las mismas. No quieren que desaparezcan sino que se aumenten sus diferencias porque eso les permite situarse de forma artificial y forzada en el bando opuesto a sus enemigos y seguir atacándolos. De este modo, pueden situarse en mesas a jactares de su condición, atacar al empresario y llamar esquiroles a quienes no piensen igual que ellos como si nos encontráramos en plena Revolución Industrial. Encuentran en la lucha de clases su auto reivindicación ideológica y en sus camaradas “pseudoprogres” la auto complacencia.

Estamos asistiendo al nacimiento de una nueva clase social, la que Antonio Burgos define como la de los “progres con Visa oro”. El mundo de la farándula nos proporciona muchos ejemplos ilustrativos. Desde Sabina hasta Ana Belén pasando por Bardem y un innumerable elenco pseudointelectual. Pero va más allá de la mera pose de los famosetes. Ya se sabe, las modas, que se extienden como la marabunta.

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